-Vamos!, abandona la ingenuidad que no es tiempo de creer en la risa, las estrellas, ni las mariposas blancas!-
Pero yo creo niña, porque se que bajo tu manto de radicalismo cuasi insensible, yace doliente la criatura por la cual vislumbre de noche las estrellas, enlodando mi ser propio en el lirismo tórrido de tus labios que se abrían a mi temblando en una maraña de susurros tranquilos, suaves, como tu sexo húmedo y tibio, se abrían a mi como las bisagras de mi corazón, formando un ángulo imposible para que también cabiese el tuyo en la extensión de mi pequeño vacío.
No me pidas avecita de invierno que deje de creer en mis sueños, porque se que tus sueños como tu corazón están atornillados a los míos.